Salmo 18: "Que te agraden mis palabras"

En la Capilla Sixtina, el genial Miguel Angel, al pintar la creación, dibujó a Dios y al hombre como queriéndose tocar con la mano, con la mirada y con la palabra. Ahí andan siempre buscándose, como queriéndose decir el uno al otro. A veces hay desencuentros: El hombre no sabe ver a Dios en la Palabra y, a la vez, no sabe si su palabra llega a Dios. A veces las palabras son fuente de malentendidos. Hoy podemos acercarnos al salmo con el silencio, o mejor, con el amor, porque "el lenguaje que Dios más oye sólo es el callado amor" (Juan de la Cruz).
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.
- Ponte ante un Icono de Jesús y repite despacio, referidas a él, algunas expresiones del salmo: El mandamiento nuevo de Jesús es descanso del alma, alegra el corazón, da luz a los ojos, es verdadero.
- Pide al Espíritu que te enseñe a hablar con Dios de verdad, a expresarle lo que llevas en el corazón; que te ayude a vivir de una forma agradable a Dios.
- Por ser mendigos de Dios, nos convertimos en testigos de su presencia en el mundo. Sin mucho ruido. Bastan palabras sencillas y gestos de verdad, pronunciados en el anonimato de cada día.
- Quien vive intentando agradar a Dios, se convierte en algo agradable para los demás. "Consigue la paz interior y una multitud de hombres encontrarán la salvación junto a ti" (Oscar Wilde). "Querer aprender a orar y ser humildes para pedir ayuda, es una base fundamental para reconocer el camino de oración"